viernes, 24 de agosto de 2007

REPRESENTACIÓN POLÍTICA

GOBIERNO REPRESENTATIVO.

Las dificultades de profundizar en el régimen democrático, están correspondidas principalmente, con la gran cantidad de estirpes que se presentan tanto en la vida cotidiana como en la teoría (directa, representativa, deliberativa, participativa, procedimental, social-democracia, etc.). Florece entonces una expectación hacia el gobierno representativo, en este manuscrito, en consecuencia, plantearemos una explicación socio-histórico, para poder dilucidar algunos aspectos que lo circundan en el funcionamiento al verse insertado en un terreno más pragmático, es decir, al presentarse con la sociedad.
Las discusiones de la mejor forma de gobierno, aun no acaba, pues cada una ha tenido su momento en la historia, algunos teóricos, han declinado por la democracia directa, argumentando la alta participación que proporciona a cada uno de los ciudadanos que la componen. Las condiciones negativas y positivas de las que depende el buen gobierno son complejas, aunque aproximaciones como la de Stuart Mill, son rescatables a pesar de su época, argumenta “Siempre que la disposición general del pueblo sea de tal naturaleza que cada individuo considere nada más sus intereses personales, egoístas, y no se dedique ni se interese por participar en el interés general, es imposible, entonces, que haya un buen gobierno”, prosigue, “Para determinar la bondad de un gobierno podemos considerar el grado en el cual es capaz de aumentar la suma de buenas cualidades en los gobernados, colectiva e individualmente; además, en atención a que su bienestar entraña el único objetivo del gobierno”[1].
En este contexto, Mill, es muy contundente para promover el gobierno representativo como una manera idónea y como sistema de gobierno eficiente y eficaz por todas las condiciones que creaba de acuerdo al tiempo y espacio, es decir, acotarse a las cualidades de la colectividad, el argumenta de la siguiente manera el por que del gobierno representativo. “el único gobierno que puede satisfacer por completo todas las exigencias del estado social es aquel en el que todo el pueblo participa; que cualquier participación, aun en la más mínima función pública, es útil; que la participación debe ser en todos lados tan grande como lo permita el grado general de progreso de la comunidad; y que, por último, no hay nada más deseable, que la participación de todos en el ejercicio del poder soberano del estado. Pero en virtud de que, como no sea en una comunidad muy pequeña, no todos pueden colaborar personalmente, sino en proporciones muy pequeñas, en los asuntos públicos, se deduce que el tipo ideal del gobierno perfecto debe ser el representativo”[2] En su manuscrito, se expone uno de los problemas más retomados, este es el problema de la mejor forma de gobierno y se responde que es precisamente la democracia representativa, la cual constituye, por lo menos en los países donde alcanzan cierto grado de civilización la mejor forma de gobierno..
Las condiciones demográficas, no permiten efectuar la forma de gobierno directa, por ello se ha dado mayor aceptación al gobierno representativo, aun mostrando algunas aporías técnicas. “pero es difícil la democracia en el mundo moderno sin remitirse a instituciones representativas y, sean cuales sean las iniciativas que podamos defender como parte de nuestros sueños para esa democracia, no podemos permitirnos considerar que la representación quede fuera de nuestros poderes de reforma[3]”.

Origen y Evolución de la representación.

A partir de la apología creada al gobierno representativo, es menester, hacer una referencia histórica para avistar el contexto donde nos inscribimos, es necesario definir el vocablo al que hemos optado por incorporar en estas líneas. La acepción de término representación de origen latino re-praesentare, significa volver presente o manifiesto, o bien presentar de nuevo “volver presente lo que esta ausente”. Sin embargo este no era utilizado como en la actualidad se percibe para las formas de gobierno, específicamente el gobierno representativo, por lo tanto representativo, ya no significa copia o representación reproductiva, sino que pasa a indicar, representación[4].
Claramente esta connotación, nos indica políticamente que en algún lugar del ciudadano va existir otra persona que realice las funciones de los ciudadanos en conjunto, bajo las premisas de legitimación por los mismos ciudadanos, para ello hay instituciones que llenen los vacíos del conjunto social que han dejado las explosiones personalistas o carismáticas y capaces, de todos modos, de influir en los ordenamientos de la política. Me explico, a través de lo que Hobbes plantea “una multitud de hombres se convierte en una persona cuando está representada por un hombre o una persona, de tal modo que ésta puede actuar con el consentimiento de cada uno de los que integran esta multitud en particular. Es en efecto, la unidad del representante, no la unidad de los representados lo que hace la persona una y es el representante quien sustenta la persona, pero una sola persona; y la unidad no puede comprenderse de otro modo en la multitud[5]”. En tanto, que estamos en una época en donde nos enfrentamos al tercer milenio con sus adversidades y polarizaciones que cada vez minimizan más las acciones de los países menos desarrollados y con menor capacidad para mantener sus instituciones que se ven vulnerables ante los países dominantes y que no encajan en los “principios de igualdad política” y más aun de la “soberanía popular” y del “autogobierno de los ciudadanos”.
La igualdad, la soberanía y el autogobierno, deben quedar plasmados y estar garantizados precisamente por esta forma de gobierno legitimada al ceder sus acciones políticas a un grupo, donde “Elegir a un hombre o una asamblea de hombres que represente su personalidad; y que cada uno considere como propio y se reconozca a si mismo como autor de cualquier cosa que haga o promueva quien representa su persona en aquellas cosas que representen a la paz y a la seguridad comunes; que, además, sometan sus voluntades cada uno a la voluntad de aquel, y sus juicios a su juicio”[6]
Los escenario a través de los cuales sale a flote la representación son conspicuo, cuando se origina de una manera importante el nombre de Estado, seguido de la forma de gobierno democrático y sobre esta, la llegada de nuestro objeto de análisis (Gobierno Representativo) donde se actúa de la siguiente manera “Un Estado ha sido instituido cuando una multitud de hombres convienen y pactan cada uno con cada uno, que a un cierto hombre o asamblea de hombres se le otorgará por mayoría el derecho a representar la persona de todos (de ser su representante). Cada uno de ellos, los que han votado en pro, como los que han votado en contra, deben autorizar todas las acciones y juicios de ese hombre”[7].
Con la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, -síntesis del pensamiento moderno y fundamento político y económico, donde la ganancia y la libertad constituyen dos pasiones rectoras de la sociedad moderna- se establecen los derechos de los ciudadanos, en las sociedades donde lo más importante era la “libertad” y la “ganancia”. Esto se puede reivindicar con más claridad a través de lo siguiente: “la pasión por la ganancia y la igualdad del hombre ante la ley forman los dos principios políticos del gobierno representativo. De la conjunción de la conjunción de ambos emanan sus principales instituciones: la autonomía del espacio privado respecto del público y la división capitalista del trabajo”[8]. Lo que parecía, una forma de vida económica, llega a establecerse como funciones individuales hasta llegar a un esquema general que propicie facultades enarboladas hacía objetos o formas de trabajo personales, no permitiendo el tiempo, el espacio, aunado de inactividad en las acciones emprendidas en el gobierno, que más adelante conoceríamos como abstencionismo, las causas de esto fue, “la especialización y la división de funciones comprende a todas las actividades, a todos los oficios y a todos los saberes. La política misma aparece como una profesión más”, además que las personas no estaban capacitadas con un nivel de instrucción, ni tiempo suficiente para ocuparse de los cargos de gobierno, por lo cual nombran representantes, es decir, “de esta diversidad de intereses existentes en el ámbito privado y de ese desencanto por la participación política, nace el gobierno representativo. Es así que la división capitalista del trabajo y la autonomía de los espacios público y privado, constituyen las instituciones fundacionales del gobierno representativo[9]”.
En cuanto al origen social y económico, hemos realizado algunos acercamientos, sin embargo, teóricamente, aún no hemos hecho lo propio para el ámbito de los principios políticos, en la lógica democrática que precedentemente hemos tratado, “el gobierno representativo no es una democracia; se trata de un gobierno mixto, en el cual se conjugan dos principios políticos antagónico, uno democrático, la igualdad ante la ley, otro oligárquico, la pasión por la ganancia. Principios políticos opuestos que se funden en el tránsito del antiguo al nuevo régimen, para constituirse en los cimientos de los Estados moderno”[10]. Además, el gobierno representativo surge como una opción viable ante el declive de la democracia directa como asevera Sartori “el gobierno representativo libera para los fines extrapolíticos de actividad económica u otra, el conjunto de energías que la polis absorbía en la política. Quién regresa a hoy a exaltar la democracia participativa, no recuerda que la polis se desplomó en un torbellino de excesiva política”[11]
Hemos comenzado, desde un ámbito particular a plantear la representación, sin embargo en el plano general la democracia representativa es el pueblo quién se “representa” así mismo en los órganos representativos y por ello “la democracia es, quizá, la forma de gobierno que requiere, como salvaguarda constitucional, el grado más alto de participación política, ya que en cuanto éste comienza a decaer, evoluciona bien hacia una oligarquía. La única forma de evitar la corrupción, es manteniendo un alto grado de participación ciudadana”[12]. Entonces, la representación política es un artificio para hacer posible el control popular sobre la política del gobierno en comunidades demasiado extensas que no logra abarcar la democracia directa. El axioma de las elecciones, finalmente recupera la ficción de la identidad, postulando que a través del mecanismo electivo es posible obtener la identidad de voluntad política entre gobernantes y gobernados.
Para obtener y crear una buena relación primeramente entra la estructura formadora del gobierno representativo existe una polaridad encadenada entre la democracia y la oligarquía, pues los “principios políticos antagónicos, excluyentes en otros tiempos, pero que se conjugan en el nuevo régimen para dar paso al gobierno representativo, el cual se deja ver como una mixtura de elementos oligárquicos y democráticos. Por más que se incline hacia la oligarquía y se confunda con ella, nunca podrá instaurarla por que encontrara a los elementos democráticos como contrapeso; lo mismo si se aproxima a la democracia, nunca podrá ser establecida por que encontrara a los elementos oligárquicos como freno”[13]. Así mismo, se efectúa una relación parecida entre los ciudadanos y el gobierno y de parte del ciudadano “el derecho a participar en los asuntos públicos es una cuestión capital para la libertad, ya que confirma la igualdad ciudadana; más la participación directa, no es el único medio para ejercer dicho derecho, ahora se puede hacer vía la representación popular o a través de la libertad de pensamiento y opinión, que comprende no solo el ámbito privado, sino sobre todo al político”[14]
Los miembros de una comunidad son responsables por el comportamiento de los miembros de la misma comunidad, puesto que todos participan de ella, de diferentes maneras política y económicamente principalmente, en este contexto, “Lo que realmente imprime el carácter representativo a los gobiernos modernos es la división del trabajo que en su desarrollo tiende, naturalmente, a crear especialistas en cada una de las actividades de la vida social y privada”[15]. La especialización característica principal del capitalismo actual, se ha convertido no en una forma productiva únicamente, pues ha llegado a los límites de la cotidianidad, donde ha provocado la enajenación de los ciudadanos de una forma sistémica y se han creado redes individuales, en el sentido que las personas se dedican más a sus actividades productivas sin haber un vinculo importante con las demás actividades y es entonces cuando se genera la especialización de todas las actividades y por ende no tienen el tiempo adecuado para actuar en la política y ello significa una remodelación de las formas de vida tanto para los poseedores de las fuerzas de producción como los que trabajan en ellos, hablando en términos marxistas por ejemplo.
Esta enajenación, sin embargo, esta lidiada con la legalidad y el orden, pues no se puede actuar fuera de los límites que se han creado en las normas que circundan nuestra sociedad, es decir, “la igualdad del hombre ante la ley simboliza la destrucción del antiguo régimen y el nacimiento del Estado moderno. Representa, por ello mismo, la negación del pasado, la cual imprime un carácter propio a la sociedad moderna y la hace tomar distancia de las dominaciones de antaño”[16]. Esta transición, florece entonces con la revolución francesa y algunos lapsos precedentes con Maquiavelo, Santo Tomas de Aquino, y llega con los contractualistas a tener su máxima expresión y es específicamente Stuart Mill quién establece uno de los mayores acercamientos teóricos en la historia del gobierno representativo.
A pesar de este tipo de convivencia colectiva, no entro la forma de vida en una anarquía, pues se supo mantener la cohesión social entre todos los integrantes de la sociedad, dado que “en un Estado donde se concede a todos la libertad de decir y enseñar lo que se piensa y opina, tiene lugar la libertad, por que nadie se ve obligado a decir y hacer lo que no desea; y cuando los pensamientos y opiniones de la mayor parte de la población son contrarios a la voluntad y deseos de aquellos que detentan el poder, estos últimos se ven en la necesidad de adaptarse a la voluntad general”[17]. Esta voluntad general, que hasta la actualidad se sigue cuestionando por el grado de exclusión social que prevalece debido a la polarización prevaleciente entre las clases sociales, es lo que ha mantenido en pie las instituciones actuantes a favor del bienestar común, pues bajo su premisa de legitimidad y eficacia para efectuar sus tareas ante la sociedad, debe reconocerse pese a sus grandes aporías técnicas se ha logrado establecer “un orden constitucional igualitario, fundado en un sistema de inclusión social, que otorga la ciudadanía a todo individuo, característica exclusiva y específica de los Estados modernos. A partir de ella se efectúa el proceso de institucionalización del poder político, pues al ser todo hombre igual ante la ley, la soberanía no puede residir más en un estamento o casta, sino en la ciudadanía en su conjunto”[18]
Una de las características con las que en la actualidad contamos como ciudadanos de una sociedad y basados en constituciones necesarias como lo plantea Mill, han logrado que “la dominación de los nuevos regimenes se funda en el principio de igualdad del hombre ante la ley. Todo individuo nace libre e igual a sus semejantes. Las diferencias económicas, políticas y culturales, pasan de contrabando, estas no pueden ser legitimadas pues el marco jurídico e ideológico que constituye la sociedad moderna tiene por principio la igualdad. Lo anterior imprime un carácter desapacible a esta nueva forma de dominación, ya que los individuos son puestos en pie de igualdad en cosas que son desiguales y, luego, son tratados como si fueran iguales. Es como si se igualara en un combate a libres y leones, haciendo creer a los primeros que son iguales a los segundos. Nuestras sociedades ponen en pie de igualdad a ricos y pobres”[19]. Sería un error reiterar y afirmar que esto se ha dado plenamente, pues no es así, un ejemplo claro lo podemos localizar en las sociedades contemporáneas donde, las condiciones que mantiene un rico frente a un pobre no son las mismas y por ende la desigualdad social en algunos momentos llega a la cúspide y la dominación por parte de los cabecillas de la economía rigen y establecen las condiciones en las que se debe competir (mercado) en la lucha por el desarrollo propio. Entonces aquí, “una primera ventaja del gobierno representativo es que un proceso político entretejido de mediaciones permite escapar a las radicalizaciones elementales de los procedimientos directos. La segunda ventaja es también que sin “participación total” la democracia representativa subsiste siempre como un sistema de control y limitación del poder. Lo anterior permite a la sociedad civil, entendida como sociedad prepolítica, como esfera autónoma y conjunto autosuficiente, desarrollarse como tal”[20]
Una de las secuelas de esta desigualdad se torna un tanto tergiversada, pues aunque esta no está justificada se desarrolla, en el mercado mundial prevalecen los que posean mayor monopolio de los bienes y servicios y esto viene a endurecer e incrementar más la divergencia entre los estratos sociales, en otras palabras, “en la sociedad moderna, debido a que la desigualdad no puede ser legitimada, la dominación se torna desapacible. El poder es ejercido por medio del mercado y la libre competencia, los cuales, por un lado, no reconocen diferencia alguna entre los hombres, pero por otro, crean una nueva división del trabajo que entroniza la desigualdad política y social”[21]

LO IRREPRESENTABLE

Existen condiciones en las que el gobierno representativo no funcionará, sino se cumplen con los escenarios imprescindibles, es decir, lo planteado por Mill bajo las siguientes premisas “1) que el pueblo debe estar dispuesto a aceptarlo, 2) que debe estar dispuesto y capacitado para hacer lo que sea necesario con el fin de conservarlo, 3) que debe estar dispuesto y capacitado para cumplir sus obligaciones y desempeñar las funciones que el mismo le imponga”[22] Desde hace tiempo, los individuos que no están incluidos en los sistemas de gobierno, en la búsqueda de sus intereses, han implementado formas de acercarse a ello, a través de insurrecciones, que solo logran minar y ahuecar las raíces de la representación, esta es una causa que debe prever la representación, pues, cuando los individuos, no se sienten identificados con los demás sectores, puede prevalecer la anarquía. De esto consiente Hamilton quien ya creía en “la idea de una representación efectiva de todas las clases del pueblo, por medio de individuos de cada clase, es completamente quimérica. A menos que la constitución ordenara expresamente que cada distinto oficio debería mandar a uno a uno o más miembros, la cosa no podría nunca realizarse”[23].
Es evidente el gran descontento de los ciudadanos con las instituciones, debido a las promesas incumplidas en el transcurso de la historia, sin embargo, es menester hacer hincapié en las condiciones que muestran y efectúan los ciudadanos. En efecto, me refiero al “hacer por él alguna cosa” (el que lo representa), me explico, las obligaciones que como ciudadanos tenemos que realizar, como son las civiles, jurídicas y tributarias, estas no son realizadas por el representado. Es por ello, que “la representación no puede surgir mientras la unidad del grupo sea tal que, en formas que pueden incluir hasta la venganza legal y la represalia, todo comportamiento individual es atribuido a todos los participantes”[24]. No obstante, cuando le atormenta las mínimas violaciones de sus derechos naturales, se responde de una manera alterada e inconsciente para arremeter contra los funcionarios públicos. Esta posición merece un análisis más profundo de los que a través de la demagogia crean inestabilidad en el gobierno representativo.
Tal parece que estamos siendo secuelas del paternalismo (con características positivas y negativas, de estas últimas abarcaremos en estos perfiles) implementado por el acreditado “Estado benefactor” en donde el Estado se encarga de resolver los problemas que aquejan a los ciudadanos, como si individualmente estemos incapacitados (actualmente) para lograr nuestro bienestar seguido de la estabilidad y justicia social de la colectividad. No por ello, estoy justificando las acciones negativas gestadas y ya clásicas en el sistema gubernamental (corrupción, burocratismo, nepotismo, desvió de recurso, etc.), al coexistir la existencia de un trabajo de amabas partes y en convergencia con el bien público, es una forma enarbolada y positiva de enaltecer la razón de la argumentación y del consenso. Esto ya lo tenía previsto Stuart-Mill, y señala algunas condiciones, las cuales debe poseer el pueblo y sin estas, simplemente no funcionara la representación, en efecto, se refiere “1º el pueblo al cual se destina una forma de gobierno, debe consentir en aceptarla, o, al menos no debe rehusarla hasta el punto de oponer un obstáculo insuperable a su establecimiento; 2º debe poseer la voluntad y la capacidad de hacer todo lo que sea necesario para mantener su existencia; 3º debe poseer la voluntad y la capacidad de hacer todo lo que dicha forma de gobierno exija de él y sin lo cual no podría alcanzar su fin[25].
Mill, de alguna forma pone a la sociedad entre la espada y la pared, pues actualmente cuando se quejan los ciudadanos del gobierno y sus instituciones, claramente expresa “Las instituciones políticas (por más que a veces se pase por alto esto) son el resultado de la labor del hombre y deben su origen y toda su existencia a la voluntad humana. El pueblo debe ser capaz de cumplir con las condiciones de acción y con las de moderación, necesarias tanto para mantener en vigor la forma de gobierno establecida como para permitirle lograr sus objetivos, ya que el curso que siga para alcanzarlos constituye su recomendación”[26]. Es decir, estamos inconformes y desacreditados entonces con nuestras propias elecciones y acciones que en el transcurso de la vida se realizan en colectividad o asambleas en las que hemos participado y aprobado los puntos de acuerdo, invariablemente que cuando no tomamos parte en ella afloran las características de un “falso ciudadano” en contraste con los que los pesimistas han llamado falsas promesas de la democracia, y en consecuencia, “las instituciones y las formas de gobierno constituyen una materia de elección. Por tanto, una nación no puede escoger su forma de gobierno. Puede seleccionar los meros detalles y la organización práctica, pero son las circunstancias sociales las que determinan la esencia del conjunto, el asiento del poder supremo[27]”.
El asunto de la elección es cuestión de perspectiva del ciudadano, en cuanto que el tiene la posibilidad de calificar a quien los representara y “como cada representante será elegido por un número mayor de electores, en la república grande que en la pequeña, les será más difícil a los malos candidatos, poner en juego con éxito los trucos, mediante los cuales se ganan con frecuencia las elecciones; y como el pueblo votará más libremente, es probable que elegirá a los que posean más meritos y una reputación más extendida y sólida”[28] y esto es confirmado por Lipset, cuando dice que no es consecuente “que la lucha de partidos constituyen un conflicto entre las clases, y el fenómeno más notable del apoyo a un partido político consiste en que virtualmente en todo el país económicamente desarrollado los grupos de menores ingresos votan principalmente por partidos de izquierda, mientras que los grupos de mayores ingresos lo hagan por la derecha”[29]. Pues, se ilustran diferencias de preferencias políticas entre los grupos de ingresos altos y bajos.
Siguiendo esta ranura, es obvio, el planteamiento del disenso en cada colectividad, muchas veces impulsados por los interese y en ocasiones manifestaciones de las pasiones, ante esto, “Las instituciones representativas tienen un valor escaso y pueden convertirse simplemente en un instrumento de la tiranía o de la intriga, cuando la generalidad de los electores no se interesa lo bastante en su propio gobierno como para emitir su voto, o si lo hace, no lo otorga por una causa pública, sino que lo vende por dinero[30]”. En efecto, esta tiranía de la mayoría (según Tocqueville), es ocasionado por la falta de participación y el disenso que debe ser tratado con el arte de la argumentación y el consenso.
En este contexto, uno de los grandes problemas imputados a este tipo de gobierno es la tiranía de la mayoría, (Tocqueville, Mill), por ello, Norberto Bobbio, realiza algunas aseveraciones para combatir este problema “uno de los remedios contra la tiranía de la mayoría esta precisamente en el hecho de que para la formación de la mayoría participen en las elecciones, además de las clases pudientes que siempre constituyen una minoría de la población que naturalmente tiende a promover sus intereses, también las clases populares, con tal de que paguen una pequeña cuota”[31]. Aunque, los desencantos que causan los gobiernos en las distintas sociedades no es tan aceptable y esto hace que la gente se aleje continuamente, pues la política actual ejercida en el gobierno se torna un tanto aburrida y monótona por no buscarle más calificativos. Este fenómeno no es de linaje actual, pues anteriormente, se hablaba de igual manera, de que si debe subir el precio de la leche, que si debe extenderse los años para las jubilaciones. Los más actuales, no rebasan el límite entre las pugnas partidistas e individualistas, más que de los interese colectivos. Después de que se lograron objetivos como los derechos del hombre y del ciudadano de corte económico y político, la política se ha considerado como aburrida a tal grado que los jóvenes no se incluyen en estas formas de hacer política
La interacción llevada a cabo entre el gobierno y los ciudadanos, no debe ser meramente legal, sino que deben revisarse minuciosamente las diferentes formas de vida, pues la multiculturalidad muy de moda entre los investigadores de hoy en día, puede coadyuvar para reducir la distancia de la cotidianidad de los ciudadanos y las instituciones que representan al gobierno. En otras palabras “Cuando una institución, o un grupo de instituciones, tiene abierto el camino para establecerse, a través de las opiniones, afinidades y costumbres del pueblo, no solo se induce a este a aceptarlas con más facilidad, sino que aprenderá mejor y desde el principio estará más bien dispuesto a llevar a cabo lo que se le exige, tanto para preservar las instituciones, como para ponerlas en un plan de acción que les permita lograr sus mejores resultados[32]”.

BIBLIOGRAFÍA

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[1] Mill, John-Stuart. Consideraciones sobre el gobierno representativo. México, Herrera hermanos. 1966, pp. 31-32.
[2] Ibíd. p. 66.
[3] Philips, Anne. La política de la presencia: la reforma de la representación política, en Soledad garcía, Steven Lukes (comp.), Ciudadanía: justicia social, identidad y participación, Madrid, Siglo XXI, 1999. p 236
[4] Accarino, Bruno. Representación, Léxico de la política, Buenos Aires, nueva visión. 2003. p 19.
[5] Hobbes, Thomas. Leviatán, o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil. México. FCE, 1980, p 135.
[6] Ibíd., p. 140.
[7] Ibíd., p 135.
[8] Flores Rentería, Joel. El gobierno representativo: origenes y principios políticos en el pensamiento de la revolución francesa. México, UAM-Xochimilco. 1996. p. 16
[9] Ibíd. p 36.
[10] Ibíd. p. 37.
[11] Sartori, Giovanni. ¿Qué es la democracia? México, Taurus, p. 207.
[12] Flores Rentería, Joel. op. cit. p. 41
[13] Ibíd. p. 49
[14] Ibíd. p. 88.
[15] Ibíd. p. 50.
[16] Ibíd. p. 59
[17] Ibíd. p. 86
[18] Ibíd. p. 92.
[19] Ibíd. p. 99.
[20] Sartori, Giovanni. ¿Qué es la democracia? México, Taurus, p. 207.
[21] Flores Rentería, Joel. op, cit. p. 100.
[22] Mill, John-Stuart. op. Cit., pp. 67-68.
[23] Hamilton, A., Madison, J, et al. El Federalista, México, FCE, 1780. p. 139
[24] Accarino, Bruno. op. cit. p. 11.
[25] Mill, John-Stuart. op. cit. p 6.
[26] Ibíd. pp. 7-8.
[27] Ibíd. pp. 14-15.
[28] Hamilton, A., Madison, J, et al. op. cit. p. 40
[29] Lipset, Seymour Martin. El hombre político. Las bases sociales de la política. Madrid, Tecnos, 1987. p. 197.
[30] Mill, John-Stuart. op. cit. p, 11.
[31] Bobbio, Norberto. Estado, gobierno y sociedad. México, FCE. 1985. p 76
[32] Mill, John-Stuart. op. cit. p 13.

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